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¿Por qué en los últimos tiempos el consumidor puede escoger entre un sinfín de cápsulas para máquinas de café de diferentes marcas? Porque la idea original la patentó, hace ya más de dos décadas, la multinacional Nestlé. Pero una vez pasado ese tiempo, el invento puede ser replicado por las firmas que así lo deseen. Las patentes constituyen el mejor vehículo para proteger los descubrimientos propios, y un «arma imprescindible» para sobrevivir en una economía tan global como la que vivimos. Euskadi aprueba con nota en lo que respecta a innovación, pero sigue cojeando en cuanto a cultura de patentes.

Para cubrir ese hueco Mondragon Unibertsitatea puso en marcha, con la ayuda de la Spri, un curso especializado en la materia, y dirigido a todo tipo de empresas. Ismael Igartua, director de Galbaian (Agencia de Propiedad Industrial perteneciente a Mondragon) y Elisabeth Urrutia, profesora de Mondragon Unibertsitatea, dirigen y coordinan el curso que en la actualidad se imparte en la Cámara de Comercio de Bilbao.

¿Qué es exactamente una patente?

Ismael Igartua: Es una modalidad que permite a las empresas proteger sus invenciones: soluciones técnicas que hayan podido desarrollar. A través de una patente consigue un monopolio temporal sobre eso que ha desarrollado, a cambio de divulgar en la propia solicitud de patente las características técnicas de esa invención. Es un derecho con el que uno puede impedir con el que otros fabriquen o vendan ese producto, pero no garantiza que uno pueda comercializarlo. Por eso es importante que las empresas hagan una tarea previa preventiva de analizar si su producto puede invadir patentes previas.

Supongo que habrá que comprobar previamente que esa patente tenga una salida comercial. Con lo cual ¿no se corre el peligro de ofrecer a la competencia más información de la debida?

I. I.: Si nos planteamos patentar algo es porque creemos que vamos a tener una ventaja competitiva. A partir de ahí, si vemos que podemos explotar esa invención manteniéndola en secreto -y el ejemplo típico es el de la fórmula de la Coca Cola-, mejor. Porque si la patentamos, la vamos a divulgar. Y luego, antes de presentar esa solicitud de patente tenemos que asegurarnos en la medida de lo posible que cumple los requisitos de patentabilidad: tiene que tener novedad mundial y actividad inventiva. Lo cual implica que nuestra propia divulgación previa rompe esa novedad. Esto ha supuesto un error muy común hasta hace unos años. Si yo hoy enseño mi invención, mañana no la puedo patentar porque ya no es nueva.

¿Qué papel juegan las patentes en la competitividad de una empresa, o de la economía en general?

I. I.: En este mundo globalizado son una herramienta imprescindible. No se pueden ignorar. Toda empresa tiene que tener una política de patentes que incluso puede ser la de no patentar. E incluso si toma esta última determinación, debe tomar medidas para no infringir patentes de terceros. Hay incluso quien habla de la economía actual como de ‘Intellectual Economy’. Porque en este mundo globalizado los asiáticos fabrican mucho más barato, con la misma calidad, o incluso mejor, la manera que tienen las empresas de ser competitivas es a través de la innovación tecnológica poniendo los medios para que terceros no lo copien. Y la manera de hacerlo es fundamentalmente a través de patentes.

¿Y cómo está Euskadi en esa pelea?

I. I.: En cuanto a número de patentes, si nos comparamos con las referencias que nos interesan, por ejemplo Alemania, estamos muy por debajo de sus indicadores. Si nos fijamos en el número de patentes por millón de habitantes estamos por detrás de los países punteros. En el Estado estamos mejor que otras comunidades autónomas. Pero hay un aspecto esencial: es cierto que cuantitativamente estamos por debajo del nivel que nos correspondería por el nivel de innovación tecnológico que hay aquí en Euskadi, pero más que un problema cuantitativo es cualitativo. En Euskadi ha faltado una cultura de patentes. Las empresas no han interiorizado lo importante que es integrar dentro de lo que es su estrategia empresarial una específica en materia de patentes. Eso nos ha faltado, y el motivo por el que se puso en marcha este curso era para llenar ese vacío. En cuanto a las patentes presentadas por las universidades, lo que ha ocurrido es han patentado mucho, pero muy pocas se han acabado explotando luego. Han sido en muchos casos, sobre todo en la universidad pública -que ni siquiera paga tasas- patentes puramente curriculares. Y eso es algo que habría que cambiar, porque con la ley de patentes actual si uno sigue el procedimiento general de concesión, como pedir examen es opcional, si no lo pide automáticamente se la conceden, aunque no cumpla los requisitos de patentabilidad. Eso ha trastornado un poco la patente española. Con la nueva ley de patentes, que entrará en vigor el año que viene sí va a ser requisito fundamental ese examen de fondo de novedad y actividad inventiva, que es lo que existe en todos los sistemas de nuestro entorno. Y estas patentes que en el fondo no son válidas dejarán de existir.

Se habla de patentes en general, pero no es lo mismo patentes solicitadas que patentes concedidas. O se pueden conceder, y luego no tienen recorrido comercial.

I. I.: Las patentes son territoriales Si yo tengo una patente española, su cobertura se limita solo al Estado y mi monopolio se reduce a él. Si yo quiero tener una protección que vaya más allá, primero tengo que presentar una solicitud de patente española, y luego tengo un plazo de 12 meses para extenderla a otros países. Ocurre que cada oficina de patentes tiene sus propios recursos, sus propios examinadores, y puede suceder que en determinadas oficinas me la concedan, y en otras no. Por ejemplo, la oficina europea en ese sentido es muy rigurosa -hay un examen de fondo-. Entonces puede ocurrir que se me conceda una patente española, y que la extensión a Europa de esa solicitud me la rechacen porque haya un examinador que haga una búsqueda de antecedentes y me localice documentos previos que rompen la novedad o la actividad inventiva del producto que quiero proteger.

Mondragon Unibertsitatea decidió en 2010 (va por la séptima edición) acercar este mundo a las empresas. ¿Por qué?

Elisabeth Urrutia: El origen está en el año de 2009 en los ‘taldes’ organizados a través de Innobasque en los que se identificó una necesidad: que el esfuerzo que se había realizado a nivel de centros tecnológicos y empresariales no se veía traducido a nivel de patentes, en demostración de esa actividad tecnológica. Se vio la necesidad de ver cómo fomentar la mejora de la patentabilidad. Pues una manera es la formación, porque había cierto desconocimiento. Y ahí entra en juego la vocación de Mondragon Unibertsitatea, que quizá es más conocida como centro de información reglada de ingeniería, y sin embargo no es tan conocida en el terreno de la formación continua tanto para empresas como para profesionales. Entonces, junto con Galbaian pensamos en poner en marcha un curso fundamentalmente orientado a empresas, para formar expertos en patentes en el ámbito empresarial. Había un desconocimiento en las empresas, pero veíamos que cada vez más, alguien del área técnica de las empresas necesitaba abordar, gestionar algo sobre lo que no tenía un criterio. Entonces se pusieron en marcha estos cursos. En estos años hemos formado 98 expertos en empresa que pueden gestionar esta cartera de patentes.

¿Qué perfil de empresas es la que acude a los cursos?

E. I.: De todo tipo. Desde los responsables de los centros tecnológicos, que están muy vinculados al I+D y por tanto necesitan proteger sus invenciones, a empresas grandes que han desarrollado internamente sus responsables de gestión de la propiedad. Pero también empresas pequeñas que sienten que tienen una novedad, y que tienen miedo a salir al mercado y que les copien. Y de todo tipo de sectores. En cualquier caso el objetivo es trasladar temáticas nuevas o desconocidas, al ámbito empresarial. Tenemos claro que dentro de la empresa va a haber una persona responsable, pero tiene que entrar en contacto con los agentes de la propiedad, porque si no es muy difícil avanzar correctamente.

¿Se pierde o se ha perdido mucho dinero y oportunidades por desconocimiento en esta materia?

I. I.: Clarísimamente. Brevemente repasaría los tres pilares de las patentes. El primero es utilizarlas como fuente de información. En la medida en que todo aquel que patenta un producto tiene que divulgar su información, si vamos a iniciar un proyecto hay una información valiosísima en las patentes previas. Y es fundamental hacerlo. Hay muchos millones de euros que se invierten en desarrollar cosas que ya existían. Y eso es porque las empresas no se tomaban la molestia de aprender de lo que ya estaba patentado. Y ahí las empresas pueden dar un salto cualitativo muy importante si ya conocen lo que otros han desarrollado. El segundo pilar, el más crítico, es evitar que infrinjamos patentes previas. Porque si has consumido tres años y un montón de recursos económicos y humanos en algo que ya estaba desarrollado, tienes un problema. Pero si además no lo puedes sacar al mercado porque otro lo tiene patentado ya es una catástrofe. Y el tercer pilar es el de gestionar la cartera de patentes. Y aquí si percibimos que, como no ha habido criterio a la hora de saber lo que se puede y no se puede patentar se han perdido muchas oportunidades. Y en otras ocasiones se ha patentado mal, lo que ha dado lugar a muchas frustraciones y a pensar que es algo que no vale para nada.

Empezaron los cursos en plena crisis. ¿Vieron que era el momento para dar un impulso a las empresas a través de una oferta de producto diferenciada?

E. U.: Efectivamente, estos cursos encajan en la necesidad de apoyarse en herramientas para mejorar la innovación. Todos tenemos claro que el futuro pasa por apostar por la innovación tecnológica. Pero eso se tiene que concretar en acciones. Y las patentes son una de ellas. Es una manera de proteger el esfuerzo inventivo de las empresas. Creo que la receptividad ha sido total, porque no existe un ámbito formativo de patentes. No está recogido en los planes académicos de las ingenierías clásicas, ni de los ámbitos jurídicos. Mondragon Unibertsitatea es bastante pionera en incorporar esta disciplina dentro de los estudios reglados porque es una actividad transversal que afecta a todos: la ingeniería mecánica, eléctrica, ‘software’, diseño… y las empresas son conscientes de esa necesidad. Y sobre todo, porque cuando vas a competir a un mercado global tienes que ir armado. Tienes que saber muy bien, y es un aspecto sobre el que insistimos mucho, qué es lo que se está haciendo en el mundo. Hay bases de datos, se puede acceder a casi todo. Hay una tentación de creer que hemos inventado algo, pero tal vez alguien haya recorrido antes un camino muy parecido. Y tenemos mecanismos para mirarlo. Y si tú has descubierto algo, tienes que protegerlo. Es una cuestión de supervivencia.

¿Cuál es la calidad de las patentes que salen en Euskadi?

I. I.: Creo que vamos mejorando. Hoy en día, a igualdad de desarrollo de proyectos, si nos comparamos con empresas y centros tecnológicos de otros países europeos nos ganan. No protegemos todo lo bien que se puede. Pero sí hay empresas muy concretas que cada vez gestionan mejor las patentes, como Copreci. Y los centros tecnológicos también cada vez más. En teoría hay concienciación, hay ayudas administrativas, pero aún tenemos que conseguir contribuyendo a que haya una cultura de patentes.

Y es algo que cuesta mucho dinero….

I. I.: Sí. Y siempre hay una tendencia natural a ser reacios a gastar dinero en algo que es intangible, que no tienes muy claro qué rentabilidad te va a aportar. Pero poco a poco va calando.

-E.U: Yo destacaría la rapidez con la que van entrando los países asiáticos. Países o empresas que siempre hemos visto como copiadores, sí han hecho un esfuerzo importante en proteger sus patentes. Y van rápido. Eso nos obliga, a pensar que no estamos solos, y los que venían detrás ya no están detrás. Van muy rápido y te pueden pasar.

¿Hay algún caso de éxito que se haya producido últimamente en Euskadi?

I. I.: Sí, el de Copreci. Lo explico. En Estados Unidos en todos los jardines hay una barbacoa. Depende de la ubicación, o bien funcionan con gas natural, o con gas licuado. Eso obligaba a los vendedores de barbacoas tener en catálogo por un lado modelos con gas natural, y otros con licuado. Copreci desarrolló una válvula que se podía utilizar tanto con un gas como con otro. Eso permitía tener en catálogo una ristra de modelos únicos convertibles. Copreci lo patentó, firmó un acuerdo de licencia con una multinacional estadounidense y era el suministrador exclusivo de esa válvula. Otra multinacional estadounidense no quiso entrar por el aro y empezó a comprar válvulas de China. Se les advirtió, no hicieron caso, y Copreci -una empresa de Aretxabaleta- tuvo que demandar ante los tribunales de Estados Unidos a esta multinacional. Y al final se llegó a un acuerdo por la cual esa empresa paga a Copreci ‘royalties’, aunque siga comprando a los chinos. Y en su propia página web está obligada a decir que utiliza tecnología patentada por Copreci.

El correo Online, 15 mayo 2016.

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